viernes, 31 de diciembre de 2010

El zumo noble, verde (y rebelde) del limonero que está en el patio

Siempre me han gustado las entrevistas faranduleras de cuestionarios rápidos, donde el entrevistado debe contestar, en una frase o una palabra a una batería de preguntas tipo: un héroe, una frustración, un olor, un artista, el temor más grande, etc. No son intelectualmente envolventes ni profundamente conmovedoras, pero dan una versión instantánea del entrevistado, digamos que como un Nescafé, que no es un espresso italiano, pero no por eso deja de ser sabroso. Una versión más poética del asunto, viene con la famosa pregunta: Un cataclismo, un diluvio, y tú sólo puedes salvar un libro, una canción, una persona, etc. Que salvarías? Y aunque Google no está corriendo el cuestionario, ni yo soy un barista experto en granos de café arábigo, me voy a permitir contestar la pregunta que nadie me ha preguntado, pero que siempre quise contestar:
Si hubiera una canción, sólo una, que quisieras que tu hijos y tus nietos cantaran, que quisieras conservar en el disco duro de la memoria colectiva del mundo hispano parlante, cual seria? La canción perfecta, de música y letra inolvidables y conmovedoras, la canción que huela, sepa, sienta, dibuje, coloree, y me haga flotar, y que pueda oír una y mil veces?

A tu regreso verás al viento
lamer la tierra de los caminos
y de un vistazo verás el trazo
de los insectos bordando el aire.

Y el oro en polen, maduro y fino,
del corazón de las margaritas
y los aromas recopilados
que te esperaron por luengos años.
Con estas palabras empezaba “A tu regreso” una canción que me hipnotizó por allá a mediados de los años ochenta. Recuerdo que estaba en casa de mi abuela que vivía en el mismo edificio que yo, y ella estaba viendo una novela por la tarde en Radio Caracas Televisión, la misma estación de televisión que el gobierno de Hugo Chávez no quiso renovar su licencia de transmisión hace un par de años. Era el tema introductorio de la novela Primavera. La voz: Cecilia Todd, una cantante venezolana, claramente beneficiada en ese momento por una bendita ley que sustituyó la del “ta barato dame dos” de la Venezuela Mayamera, donde todo lo “gringo” e importado era lo bueno, por una matemáticamente diferente, el 1x1. La ley consistía en darle igual oportunidad en los medios de comunicación a las canciones criollas que a las importadas y así de esa manera, cada canción de Michael Jackson, debía ser balanceada con una hecha en Venezuela. Así surgieron Ilan Chester, Franco de Vita, Yordano di Marzo, Ricardo Montaner y esta combinación maravillosa de Cecilia Todd con un autor de canciones totalmente desconocido para mí hasta ese momento, el Maracayero, Henry Martínez, un Médico Cirujano de profesión, armado de un bisturí poético y musical impresionante.
A tu regreso tendrás la sombra
“fresquirredonda” de los laureles,
verás la bora blanca y fluctuante
que se vacila sobre los pozos.
Y el zumo noble, verde y rebelde
del limonero que está en el patio.
Y por las noches la brisa fina
que se entretiene peinando palmas.
Cecilia lo introduce en un concierto en vivo de aquella época como el “autor de canciones que tiene revolucionada la música y la poesía en Venezuela” Yo agregaría que Henry Martínez es el autor de canciones en Venezuela más importante de todos los tiempos junto a Simón Díaz, no en fama, pero si en la calidad y calidez de sus composiciones.
He intercambiado un par de emails con Henry gracias a Facebook que nos hizo “amigos”. Allí le agradecí por haber escrito esta magnífica canción y le comenté que a mí siempre sus canciones me han olido a domingo por la mañana. Estuve a punto de escribirle de nuevo para que me comentara un poquito más de esta canción, de las circunstancias en que fue escrita y compuesta, pero después me dije que seria mejor describirla en el tono personal de haberla escuchado y re escuchado por más de 20 años.
A tu regreso traerás aquel
pedazo de algo que estuvo ayer
tumbando mangos como a las tres,
chupando caña y robando miel.
A tu regreso traerás aquí
lo que llevaste dentro de ti,
la luna llena como un melón
y de la vida nuestra razón.
La canción es definitivamente una canción de amor y de ausencia. No se si de amor de una novia, de una madre, de todo un pueblo, pero si del sentimiento de amor profundo obsesionado por la nostalgia y sensación de vacío ante una falta prolongada . Henry es un experto en envolvernos en ese mundo inerte, paralizado en el tiempo y finalmente de esperanza ante “el regreso”. En uno de mis versos preferidos, nos humaniza a un árbol de limón. Yo lo siento como un señor con sombrero y bastón, cuya esencia “noble” ( que adjetivo tan grandioso para describir un jugo de limón, no?), “verde” y adolescentemente“rebelde”, como diciéndonos que a pesar de la ausencia, todavía nos satura la boca de saliva.
Los cinco sentidos se hacen presentes. Los insectos bordando el aire, la caña de azúcar saboreada y la miel robada, la brisa fina peinando palmas (no sienten el aire en sus mejillas?). Yo le agregaría un sexto sentido, ese que hace que la canción se eleve hasta la estratósfera de las grandes canciones.
A tu regreso verás cocuyos
que no se apocan a las estrellas
y el humo alegre de los fogones
rojeando brasas por tu llegada.


Creo que en este párrafo está la esencia del por qué todas las canciones de Henry me huelen a Domingos. La genialidad de Henry, nos convierte un adjetivo en un verbo en gerundio: “rojeando” brasas por tu llegada. En mi casa se “rojeaban” brasas (carbones naturales no industriales, como esos que vienen ahora que todos son de la misma forma y tamaño) los domingos, cuando llegábamos como a la una de la tarde después de haber sellado el famoso cuadro de 5 y 6 (El 5 y 6 es un juego de apuestas de carreras de caballos tradicional venezolano de domingos por la tarde al cual mi papá y yo éramos aficionados).
Y en las auroras un cielo urgido
robando azul a los azulejos
que abandonaron a los naranjos
cuando te fuiste hace diez años.

Quizás la estrofa mas conmovedora de toda la canción, donde la nostalgia de todo lo que se perdió por la falta física del personaje, se ve reflejada en un cielo que lucha por ser azul y no lo puede ser y que por ende tiene que romper con la ley para robárselo a los azulejos. Estos a su vez abandonan a los árboles de naranjas desde hace una década. Qué tristeza!, y qué manera de hacer erizar la piel en cuatro oraciones. Qué manera de condensar el sentimiento colectivo, no sólo humano sino de toda la naturaleza que puede causar la ausencia de un ser querido. Qué manera de hacer de una acuarela, una canción.
Pero todo este arte de Henry es sólo la mitad de la historia. Cecilia Todd es en mi humilde opinión la cantante venezolana con mejor voz y una de las mejores voces de toda Latinoamérica. Su trayectoria como cantante de música tradicional venezolana es importantísima, grandísima y de un orgullo inmenso para todos los venezolanos. Pero hay algo indescriptible cuando la voz de Cecilia Todd se une a una composición de Henry Martínez. No hay nadie que interprete las canciones de Henry como Cecilia. Y cuando digo interpretar, no me refiero sólo a cantarlas. Cecilia saborea y exprime cada canción de Henry, extrayéndole la savia, la intención del poeta al escribirla. Yo lo reconocí instantáneamente cuando escuché A tu regreso, Nota, y Cuando me dejes, canciones legendarias de ese disco de los ochentas, y estoy seguro que ellos dos también. Siempre supe dentro de mi corazón, que Cecilia Todd y Henry Martínez se unirían para hacer un CD donde Henry escribiera todas las canciones y Cecilia las cantara. Hace unos años, engendraron uno que considero el más bonito de toda mi colección musical de miles de canciones: Cecilia Todd, Canciones de Henry Martínez. Esta entrada del blog es sólo un abrebocas. Otras canciones de ese CD, protagonizaran entradas en el futuro.
Como nota curiosa, una vez vi a Henry Martínez en un concierto a dúo con otra cantante venezolana, Luz Marina Anselmi. Le había visto acompañando en la guitarra a Cecilia, pero nunca cantando sus canciones. Por supuesto que A tu regreso fue interpretada, pero no sin antes darme un regalo que consideré personal: La canción tiene dos estrofas más que Cecilia nunca grabó (me da curiosidad saber por qué). Busqué las estrofas por años, hasta que otras artistas que han grabado la canción recientemente las sacaron del baúl:
A tu regreso veras la tumba
de los pilones que ayer usamos.
La reciedumbre de los horcones
que nos mantienen en pie la casa

Y los gallitos de los bucares
que recogías yendo a la escuela.
Y el rostro seco de los aljibes
que nos premiaban brotando el agua
Así que si algun día ven a un náufrago agitando las manos para ser rescatado de una isla solitaria con un disco de Henry y Cecilia en la mano, ya saben de quien se trata.
Si quieren saber mas de Henry Martínez pueden visitar su pagina web. Allí pueden descargar algunas de sus canciones: http://www.henrymartinez.org/

domingo, 19 de diciembre de 2010

Las breves cinturas, los amores cobardes y el misterio del polvo



Quizás debería empezar las entregas de este blog cronológicamente. Si Sopotocientos fue el primer disco que recuerdo haber escuchado, quizás debería seguir con otro disco de mi niñez que recuerdo con mucho cariño, un disco de Luis Aguilé que tenía dos canciones memorables, Manuelita la tortuga de María Elena Walsh y Pinocho. Pero eso sería como armar un rompecabezas con piezas con número por detrás como en el Kindergarten Blanca Nieves (después hablaré de esto). Aparte sospecho que Silvio Rodríguez va a ser protagonista de varias entradas del blog, así que “voy a salir de él” desde la arrancada. Y por qué Silvio? En primer lugar, porque en esto de hacer canciones con olores y sabores no existe nadie en el mundo de habla hispana que lo haga mejor. Silvio nos demuestra constantemente que la poesía es música y la música poesía y que ambas no son mutuamente excluyentes. En segundo lugar, porque cuento con el honor inmenso de su amistad desde hace muchos años (aunque no coincidamos en muchos aspectos, sobre todo el político). Una vez se lo pregunté directamente: Se puede admirar tu música sin compartir tu ideología política? Me contesto (muy astutamente): “Yo creo que sí. Hay mucha gente que comparte conmigo mi ideología política y que no le gusta mi música”. Por último, porque las canciones de Silvio y las de Joaquín Sabina (otro que sospecho participara por acá) forman parte de ese cliché que dicen por allí: “la banda sonora de mi vida”.
Creo que aprendí a tocar guitarra, entre otras cosas, porque quería tocar esta canción. Nunca me imaginé, cuando Dan Wohlstein y yo luchábamos con los dedos y las guitarras en su casa de Santa Sofía a finales de los 80, que sería una canción que iba a significar tanto para mí. Oleo de mujer con sombrero, es la única canción publicada que forma parte parte de una tetralogía de canciones de Silvio, “Tetralogía de mujer con Sombrero” que incluye: 1-Apología de mujer con sombrero, 2-Oleo de mujer con sombrero, 3-Detalle de mujer con sombrero y 4-Mujer sin sombrero. La canción está basada en un supuesto cuadro de Marc Chagall (Moishe Shagall, pintor Ruso 1887-1985, de origen judío, que se hizo famoso por sus cuadros que representan momentos de la Biblia entre otras cosas). Digo supuesto, porque nadie sabe cuál es el cuadro (ni el mismo Silvio lo sabe) .Todos los que adoramos esta canción lo hemos buscado por siempre, infructuosamente. Silvio describe en un casete pirata que tengo, que era admirador de Chagall, y que le encanto un cuadro en el que aparecía una mujer con un sombrero blanco con una pluma. Por la misma época se celebraban los carnavales de la Habana donde vió a una mujer con un sombrero con una pluma blanca que le gusto aún más.


Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura
debajo de mí.
Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

En este primer párrafo vienen dos bombazos. Confieso que la imagen de la “breve cintura” debajo de mí, la considero pornográficamente espectacular y hormonalmente inigualable. En segundo lugar, porque hace su aparición magistral “el polvo” (que también aparece en otra canción, Resumen de Noticias: “he preferido el polvo así, sencillamente pues la palabra amor aún me suena a hueco).
Se lo he preguntado dos veces en mi vida:
Silvio, qué significa el polvo en tu canción Oleo de mujer con Sombrero?
Ricardo, no es ese polvo que te estás imaginando, aunque no estaría mal.


Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura
que recuerda a mí.
Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.



Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota
y apago el reloj.
Que me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.

Y ahora sí, el bombazo atómico. La estrofa de la canción de Silvio que ha conmovido a más de uno, que ha sido protagonista de más de una relación (incluyéndome), que aparece en llaveritos, tazas de café, franelas, u otros menesteres que venden en sus conciertos, y que en mi caso particular, está tallada en madera, colgada en mi estudio desde donde escribo estas líneas:


La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias,
se quedan allí.
Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.
Podría hablarles horas de los amores cobardes. Prefiero no entrar en esa cuestión de que la cobardía es asunto de los hombres y no de los amantes. Supongo que más de un lector acá se podrá transportar en su propio mundo, pensar en sus amores cobardes y sacar sus propias conclusiones.
La última dos estrofas vienen con la famosa referencia al cuadro de Chagall.


Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno,
me puse a llorar.
Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.


Siempre que escucho esta última estrofa, me transporto de nuevo a mi niñez, al apartamento del que les hable en la primera entrada. Para mí el cuadro de Chagall es un cuadro de un pintor español que vivió en Caracas en los 70. En mi casa de clase media no podían haber Chagalles, pero si había un cuadrito de Félix Mas. La foto es del día de Mi Bar Mitzvah, cuando tenía 13 años. Aparte de criticar al peluquero que me cortaba el pelo ( que falta de talento, no?) quiero que vean en el fondo detrás de mi hermana Karina, a mi Oleo de mujer con sombrero.
Ah y no crean que se me olvido. Quería dejarles la primicia mundial del “polvo” para el final. Con el permiso de mi querido Silvio, me permito reproducir su respuesta la segunda vez que se lo pregunté:
“Me refería al polvo que mentaba Quevedo cuando dijo: "Polvo seré, más
polvo enamorado", al polvo que hemos sido y al que volvemos”.
Abrazos, Silvio

viernes, 17 de diciembre de 2010

Venga pués



Siempre me ha gustado escribir. Siempre me ha gustado cantar. Y sobre todo, siempre me ha gustado escuchar “canciones inteligentes”; descubrirlas, saborearlas, leerlas y releerlas, escucharlas y re escucharlas. Y es que para mí la música siempre ha sido letra y la letra siempre ha sido música. Lo descubrí desde que era chiquito, cuando oía y re oía mi primer LP que me regalo mi Omama (y que todavía conservo); un disco de un programa infantil Venezolano de principio de los 70, llamado Sopotocientos.



“Sopotocientos amigos, yo tengo sopotocientos. Ven sol, luna, ríos vientos, perritos y lagartijos, vengan todos! Que hubo amigos? Ciento, sopotocientos, sopotocientos. De los Andes con sus ruanas, llaneros de la Sabana, mi casa Venezolana. Y de ustedes ahí conmigo, sopotocientos amigos, Sopotocientos, sopotocientos, sopotocientos.”












Como ven, tengo una memoria privilegiada para aprenderme canciones (una cuestión que me impresiona, me maravilla y confieso, me asusta un poco). Esto lo escribí de caletre, una canción de hace 38 años. Mientras la escribía no solo la iba cantando para recordarla, sino que me transporté a mi casa de la calle Negrín de la Florida en Caracas, en el Edificio los Alamos, apartamento 3B, específicamente a la terraza, donde estaba aquel tocadisco infantil tocando el disco de Sopotocientos. Inclusive me asome por la ventana y vi la mata de mangos, olí la cena de esa noche de arepas fritas con mantequilla, queso blanco rayado y Toddy frio. Y eso exactamente, me pasa con cada canción que escucho: me transporta a una época, a un momento, a una anécdota. Me huele, o es que ustedes creen que las canciones no tienen aromas, colores y sabores?
Y de eso específicamente se trata este blog: de compartir, una canción a la vez, alguna canción inteligente que me haya llegado al alma por alguna razón, ya sea por una letra bonita, ya sea por algún momento de mi vida, ya sea porque me sugiere algo, ya sea porque me esté soplando al oído que quiere ser descubierta.

Los invito entonces a transportarse conmigo. Les contaré, mientras abro la puerta de mi colección y mis 41 años escuchando música, alguna cosita que me susurre la canción de turno. Espero que me acompañen y sobre todo que descubran (como diría Joaquín Sabina en su canción nacidos para perder):

"El mundo a cambio de una canción"


Y como dijo mi amigo Silvio Rodríguez cuando ya casi terminaba su concierto en Chile en 1991:“Venga pues"